lunes, 31 de mayo de 2010

Entrevista a María Esther de Miguel*






(Buenos Aires) Araceli Otamendi


*Entrevisté a María Esther de Miguel en el año 2001 para una revista Cultural de Chile. Y luego esa entrevista, que a continuación se reproduce fue publicada en la Revista Archivos del Sur.
María Esther de Miguel formó parte del Consejo editorial de la revista Archivos del Sur y fue amiga personal mía. Murió el 27 de Julio de 2003 después de padecer esa penosa enfermedad llamada cáncer durante años. Enfermedad que sobrellevó con una dignidad y entereza fuera de serie.
Araceli Otamendi
Entrevista a María Esther de Miguel
María Esther de Miguel es actualmente una de las narradoras argentinas más importantes, consagrada por la crítica y el público, la aspiración máxima de todo escritor. Un ferviente grupo lector la sigue y no duda en saludarla e interrumpirla mientras está comiendo con amigos en un restaurante o en un café; cuando camina por la calle o entra en un negocio a comprar algo. Con una larga trayectoria que incluye libros de cuentos y novelas, el Premio Planeta 1996 a su novela “El general, el pintor y la dama” (‘un libro con suerte” según la escritora), consolidó su obra y su carrera. Rotunda en sus respuestas, se muestra consciente de ser una escritora argentina y, en consecuencia, asumir un destino latinoamericano. A punto de publicar su nueva novela con trama policial ‘El Palacio de los Patos’, habló de su vida, de la escritura y de la literatura en general, a la que considera una parte de la vida. El ‘palacio’en el que se centrará su próxima historia es un edificio de departamentos ubicado en Buenos Aires. Se construyó cuando varias familias que tenían grandes casas, decidieron compartir los gastos ante la crisis económica. ‘Patos’aquí en Argentina es una denominación que indica a la gente venida a menos, empobrecida. El edificio aún existe y vive gente en él. Conocida como novelista y cuentista, ejerce también el periodismo y la crítica literaria. Ha sido, además, docente. Entre sus novelas publicadas se destacan ‘La hora undécima’, ‘Espejos y daguerrotipos’, ‘Jaque a Paysandú’, ‘La amante del restaurador’, ‘Las batallas ‘secretas de Belgrano’ y ‘Un dandy en la corte del Rey Alfonso. Tiene cuatro libros de cuentos, entre ellos ‘Los que comimos a Solís’y ‘Dos para arriba, uno para abajo’), además de la biografía de Norah Lange. Entre los premios recibidos se destacan el Emecé, Fondo Nacional de las Artes, Municipal, Nacional, Premio de Cultura de la Provincia de Entre Ríos, la Palma de Plata del Pen Club, el Konex de Platino para cuento, el Premio Dupuytren, el Premio Feria del libro y el Premio Silvina Bullrich. Ha sido directora del Fondo Nacional de las Artes y de la Fundación El libro, entidad organizadora de la Feria del Libro de Buenos Aires. La connotada escritora recibe a CyT en el living de su departamento en Buenos Aires, un lugar cálido, con una poblada biblioteca y cerca de una ventana abierta a un balcón donde conviven magníficas plantas cuidadas por la escritora. Menuda, con el pelo veteado de canas, sus ojos claros irradian una atractiva luz. Tiene una voz melodiosa y amable. La conversación transcurre por diversos senderos que atraviesan la historia, la política, las mujeres, la literatura y la vida. En sus respuestas se mezclan el humor y la inteligencia, el ingenio agudo y la rapidez mental.
Con su nueva novela “El Palacio de los Patos” hay un cambio en su narrativa, de la novela histórica pasó a otro género de novela...
- La verdad es que no dejo de lado completamente los temas históricos, porque en realidad me han gustado desde siempre, pero les he cambiado los nombres a los personajes, porque las personas aún están. Tomé la historia de una conocida familia del sur, que prospera y avanza en la vida y llega a convertirse en uno de los principales clanes del país a través de la unión de la hija de una prostituta, que era la madama del sur de Usuhaia, con uno de los colonizadores y estancieros más ricos. Está la historia de un escritor argentino que yo conocí y que termina borracho matándose con whisky y tiene una vida terrible, una amante a la que manda al puerto a recorrer las callejuelas y los bares para que tenga experiencia que le trasmita a él y así poder escribir las historias, porque él ya se siente seco y agotado, es un personaje también muy conocido pero no lo puedo nombrar. Después está la historia más inventada de una muchacha judía que viene huyendo de los progroms en Kiev, en Rusia y funda acá una familia. Finalmente, están los pormenores de otra familia, que pierde un hijo en la represión.
¿Son historias que se entrecruzan?
Es como un corte transversal en la sociedad. Está desde la gente del patriciado, los nuevos ricos y los otros, todo en una novela, a través del palpitar y del desarrollo de las vidas, no del desarrollo de una teoría. Ese corte transversal en la sociedad era también un corte transversal en el siglo. Para unir todo esto, inventé un crimen en el Palacio de los Patos.
¿Alguna vez pensó en escribir una novela pensando primero en la técnica? -
No, para mí primero está el tema, y después es como el que toma la guitarra y dice con qué melodía puedo contar esto. Hay historias que las he contado con un tono más jadeante, más atropellado, soy hija de Faulkner. La gente que empezó a escribir en los años 60, en aquel tiempo tenía a Faulkner como modelo. Y también estaba Borges. Después toda la literatura del mundo, pero la impronta en mi escritura fue Faulkner. Con el tiempo he ido cambiando. Para mí una de las dificultades es encontrar el tono con el que se va a contar algo. Una de las cosas que a mí más me interesa es la estructura de una novela.
¿Hace un plan previo para ello?
En esta última novela empecé a numerar los capítulos, después me dije, tengo que separar en una primera y una segunda parte, quedaban veinte capítulos, después puse un epílogo y ahí descubrí todas las claves de la novela. Nunca fuí a un taller literario, nunca recibí clases de nadie, soy autodidacta, he leído mucho y muy desordenadamente. Soy hija de mi inspiración, de mi empuje personal y de mis lecturas. ‘El Palacio de los Patos’ es bastante literario, puse muchas citas, porque la persona que une toda la historia y que quiere narrar la historia, es una persona que estaba medio chiflada y toda su vida es la literatura. Lo que quería hacer era como una cosa paródica, la mucha literatura te puede enloquecer como lo enloqueció al Quijote. En más de una ocasión el personaje dice ‘porque yo de la vida nada, lo único que sé es de los libros’. Sin llegar a la locura, el personaje éste es un autista, como nuestros líderes políticos.
En cuanto a los personajes femeninos evidentemente hay uno que es transgresor, que es esta señora que va a vivir historias al puerto ...
- Yo no pertenezco a ninguna liga feminista, pero siempre he sido como una francotiradora, creo que la mujer está conquistando lugares, lo consigue gracias a su propio esfuerzo y creo que en mis novelas siempre hay personajes que quieren vivir su vida. En mis novelas siempre aparece la transgresora.
¿A qué edad se planteó ser escritora?
- Cuando tenía doce años una noche le dije a mi hermana cuando sea grande quiero tener un amante y escribir un libro. Vivía en el campo, en un pueblo chiquito, en mi casa había una biblioteca, pero querer escribir un libro era una cosa exótica. Les contaba cuentos a mis hermanos que yo inventaba. Eso era como una semilla. Después razones existenciales me llevaron a otras cosas, entré en el Instituto Religioso. Ahora pienso que entré ahí porque quería salir de mi familia y de mi pueblo.
Fue una buena manera de salir, entonces...
Sí, lo que quería en realidad era salir. Ahora les digo a mis sobrinas que vengan a estudiar a Buenos Aires, que se queden aquí, pero nadie quiere venir, todos le tienen miedo a Buenos Aires.
¿Y usted, tuvo miedo cuando vino a Buenos Aires?
No, pero inventé algo con tal de venirme. Quería seguir estudiando. Estar en el Instituto Religioso era una salida, una vía. Claro, después pasó como cuando las chicas se casan jóvenes sin saber lo que están haciendo. La adolescencia es muy terrible, es como que uno se va abriendo camino y llegó un momento en que me dí cuenta, me gusta la vida y en la vida me gusta escribir, leer.
¿Entre la literatura y la vida cuál elige?
Es que las dos cosas están mezcladas, esa era una de las discusiones con Martha Lynch, para ella todo era literatura y yo le decía mirá que la literatura es parte de la vida.
¿Es sólo una parte?
Sí, una parte.
¿Cuál fue el libro que le dio más satisfacciones con el público?
- ‘El general, el pintor y la dama’, que ya tiene 23 o 24 ediciones.
Fue el que la hizo más conocida...
Me dio a conocer a más personas, porque yo ya era conocida. Tenía varios libros y estímulos. El Premio Planeta aumentó el público lector. Incluso, a los quince días me llamaron de la editorial para decirme que habían recuperado el premio con los libros vendidos, que nunca les había pasado, pero fue un poco por eso, porque ya tenía mi público.
¿Y cómo lo toma usted?
Cada libro nace con un ángel y un demonio, hay gente que ha tenido libros que han funcionado muchísimo y después se acaban, no tengo expectativas, no soy voluntarista, cada libro trae su misterio. Hay muchos autores que han tenido un gran éxito y se han acabado, otros gozan de éxito moderado pero persistente que es lo que yo prefiero, que fue por ejemplo Denevi, que siempre tuvo su público. Excelente escritor que ahora pasa sin pena ni gloria pero creo que vamos a volver a Denevi. Mallea es un tipo que se acabó. Acá te morís y te acabás.
¿Piensa acaso que Borges en unos años se puede acabar?
No, Borges es muy excepcional, es único en el mundo.
Y es que tal vez los libros sean un misterio...
Sí, no hay que preocuparse por eso, un escritor escribe porque es feliz haciéndolo, porque siente como un mandato o una vocación, dice ‘esto es lo que me gusta hacer’, pero yo no me preocupo por escribir mucho ni por apurarme a editar, este libro lo tengo parado porque digo vamos a esperar que la gente deje de angustiarse tanto.
¿Por la situación que vive el país?
Hay que apuntar a que la literatura y el arte se consideren de manera más cotidiana en la vida, el hombre no puede estar pensando tanto en el riesgo país, en la economía, en las finanzas. De hecho, la experiencia nos dice que cuando llegan estos momentos así, en que la gente está tan angustiada, se vuelca más al arte.
Es que si no, todo se hace más difícil...
Es una salida vertical, estas cosas te hacen pensar en el espíritu, en la trascendente, en que no sólo de pan vive el hombre. En que podés ser feliz sin amontonar cosas.
¿Qué les diría a los escritores jóvenes que escriben muy buenos cuentos y todavía no han publicado y ven que es tan difícil hacerlo?
Les diría que si escribieron un cuento, escriban cien más, que traten de publicarlos y que lean. Porque a veces uno cree que descubre la pólvora y la pólvora ya fue descubierta. Hay que leer, nutrirse, aprender y tratar de publicar. Están los concursos. Yo soy hija de ellos. Creo que hay que presentarse, tratar de ir publicando, de estar en un taller. Actualmente hay facilidades para publicar, hacer una cooperativa, dar a conocer lo que se escribe, hacer reuniones, eso se está dando, acá en algún momento se llamó universidad de las catacumbas, yo creo que acá hay toda una corriente subterránea que no aparece en los grandes espacios oficiales o del Estado y que circula y la gente acude.
La gente se está reuniendo para leer y para escribir...
Y, no serán muchos, pero para usar el título del libro de Javier Cercas, los soldados de Salamina no eran muchos...
Pero hay un potente caldo de cultivo
- Es el fermento, es la semilla. En París cuando las botas de los nazis resonaban en las calles, en el subsuelo Sartre, Simone de Beauvoir y Camus seguían escribiendo sus cosas. Y bueno, hay que seguir escribiendo. Yo creo en eso. Y en Argentina en los años de plomo, también se siguieron haciendo cosas, muchos se fueron y muchos aguantaron acá y en España, en la época de Franco que duró cuarenta años, hubo una España afuera pero una España adentro que sobrevivió, que no se plegó al oficialismo y siguió trabajando. Ahora por suerte no estamos en esa situación, pero estamos pasando un momento muy difícil no sólo acá, sino en Latinoamérica. Y, bueno, hay que seguir apostando al futuro y el futuro se hace por prepotencia de trabajo, como dijo Roberto Arlt.
(c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur
crédito de la fotografía: Claudio Carrizo- (Libro "El Palacio de los Patos" de Editorial Alfaguara)

Reportaje histórico a Julio Cortázar*

fotografía de Julio Cortázar y Viviana Marcela Iriart
crédito: Eduardo Gamondés




(City Bell) Viviana Marcela Iriart
Esta entrevista fue realizada en Caracas, en el año 1979, durante la realización de la “Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años 70”, en la que Julio Cortázar fue panelista junto a intelectuales de la talla de Mario Benedetti, Antonio Skarmeta, Eduardo Galeano y Ernesto Cardenal entre muchos otros. La entrevista fue publicada en la revista “Semana” de Caracas y la firmé con seudónimo: Julio Cortázar era una de los opositores más célebres de la dictadura argentina, yo estaba exiliada y temía represalias contra mi familia en Argentina. Cortázar, con la humanidad que lo caracterizaba, entendió mi temor cuando se lo expliqué. Le envié unos ejemplares a París, donde vivía, y a vuelta de correo me llegó una maravillosa carta manuscrita en donde me agradecía la entrevista. Nunca más tuve contacto con él. Pero cuando muchos años más tarde Cortázar murió, lloré su pérdida como la de un amigo entrañable. En una hora, el tiempo que duró la entrevista, Cortázar se metió en mi corazón y se quedó en él para siempre. Ha pasado mucho tiempo desde que ya no está con nosotros. Y sin embargo, todavía lo sigo extrañando. Las fotos fueron tomadas por el fotógrafo argentino Eduardo Gamondés y son inéditas, dado que la revista “Semana” estaba en crisis económica y no pudo comprarlas. Gracias Eduardo por permitir reproducirlas. Y gracias a Araceli Otamendi por su interés en reeditar el pensamiento de uno de los intelectuales más talentosos, humanos y consecuentes del continente. Han pasado veintitrés años desde que la entrevista se realizó. Y sin embargo, ¡qué actual que siguen siendo sus palabras! Allí donde quiera que estés, ¡Gracias Julio! Por tu infinito amor. Julio Cortázar y Latinoamérica “Debemos luchar contra el chovinismo" Su voz grave y gangosa atiende el teléfono, sin intermediarios, simplemente él levantando el tubo. Cortázar. Su voz suena seria, como la imagen que tengo de él, una imagen de que siempre tiene 40 años: imposible imaginarle más (y sus biografías dicen que nació en 1916). Explica que quiere ver la revista antes de concedernos una entrevista, y ni él ni nosotros sabemos qué pasó, pero las revistas que dejamos en el hotel jamás llegaron a sus manos. Igualmente sugiere vernos en Parque Central, en la inauguración de la “Primera Conferencia Internacional sobre el Exilio y la Solidaridad Latinoamericana en los años 70”, en la que él participó. Y allí estaba, llamando la atención aún sin quererlo: era el más alto de todos los presentes. Y allí estaba, con la barba y bigotes cobrizos que lleva desde hace tanto, con la seriedad con que aparece en diarios y revistas, con una simpatía que no le imaginaba. Allí estaba, era Cortázar. Un ser humano como usted y como yo, sí, con dos ojos, una boca, dos manos, virtudes, defectos, deseos, nostalgias. La entrevista fue en un rincón del Hotel Anauco Hilton, junto con el Asesor de “Semana”, Jorge Madrazo, el fotógrafo Eduardo Gamondés y cuatro o cinco admiradores del escritor, inmersos disimuladamente –o no- en la conversación. Él habló despacio, cálidamente y sus ojos claros recorrían los nuestros mientras sus palabras se abrían en el centro de nuestras mentes, quedando allí mucho tiempo después de haber sido pronunciadas. Y él se quedó en nosotros cuando la noche llegó y nos encontró en sitios distintos. Como una presencia invisible, deseada, siempre presente a partir del primer encuentro.
Acerca de la literatura y la política
Bueno, claro que me molesta ser requerido más para dar opiniones políticas que literarias, porque soy un animal literario. Así como los franceses suelen referirse al hombre como un animal pensante o un animal filosófico, yo soy un animal literario. Nací para la literatura y si fui asumiendo lentamente este compromiso de tipo ideológico que ustedes me conocen, eso fue al término de un proceso muy lento, muy complicado y a veces muy penoso. Porque como mi vocación profunda es la literatura, hay momentos en los que las circunstancias de tipo político –el tener que venir a esta Conferencia, escribir artículos de contenido político, atacar a la Junta chilena o argentina, ocuparme de casos de desaparecidos, muertos, torturados, contestar alguna de la enorme correspondencia que me llega, porque la gente piensa que yo siempre puedo decir algo y ayudar- bueno, hay momentos en lo que, lo confieso porque es verdad, tengo un gran desánimo. Porque me digo: “bueno, ¿alguna vez voy a poder escribir una novela?” Mi ideal sería tener un año o dos de tranquilidad, para escribir una novela que me da vueltas en la cabeza hace mucho tiempo. Por eso es que cada vez más me convierto en un cuentista, porque los cuentos los escribes en el avión, en tu casa, en la calle...”
Hasta Francia llegó el exilio.
“Yo hace 28 años que vivo fuera de la Argentina, pero nunca me consideré un exiliado hasta el golpe de Videla. Nunca me consideré un exiliado, porque para mí el exilio es una cosa compulsiva, y yo vivía en Francia porque me daba la gana. Porque es un país que me gusta, donde me siento bien y donde iba escribiendo mi obra sin dificultades ni problemas. Y de repente, a partir del golpe militar, supe que me había convertido en un verdadero exiliado. Es decir, que ahora tengo ese sentimiento que tienen todos los exiliados, done los aspectos negativos son muy fuertes, pesan mucho. Eso me llevó por primera vez a reflexionar sobre el problema del exilio. Es entonces que me di cuenta de que si yo o cualquier otro exiliado entra en el estereotipo, en la noción esencialmente negativa, aplastante del exilio, le está otorgando una carta de triunfo a la dictadura que lo exiló. Entonces me planteé el problema en términos muy claros: es una locura, es ilógico, no se puede aplicar científicamente, pero yo en vez de estar en una marcha adelante doy marcha atrás, invierto la velocidad y entiendo el exilio en términos positivos. Yo lo dije en París e hizo sonreír a mucha gente, dije que es como si Videla, ahora que me exiló, me hubiera dado una beca para escribir fuera de la Argentina. Y mi mejor manera de contestar a ese exilio es dar el máximo de lo que yo puedo dar como escritor, y es lo que estoy tratando de hacer. Pero al exiliado que llega totalmente quebrado, ya sea porque él mismo ha sufrido, incluso físicamente, antes de poder salir o porque hay un montón de muertos, desaparecidos, torturados en torno a él, no se le puede pedir que empiece su vida de exiliado con una sonrisa, diciendo: “esto está muy bien”. No, porque está espantosamente mal. Cuando a todo hombre y mujer que ha salvado la inteligencia, le llegue el momento de pensar en la nueva vida que está empezando, es en ese momento en que yo lo incito a que en vez de caer en los estereotipos y decir “yo soy una víctima, yo soy un exiliado, yo he sido injustamente echado de mi país”, y que eso se traduzca poco a poco en amargura, en una nostalgia aplastante, yo lo incito a que –salido del primer choque traumático- vuelva a sentirse un hombre o una mujer pleno”.
Sur, paredón y después ...
“Sí, porque ¿para qué sirve la nostalgia de juntarnos cinco argentinos, hacer un asado, tomar mate, poner un disco de Susana Rinaldi, Mercedes Sosa o Gardel (según los gustos) y complacernos en la nostalgia de un pasado al que quisiéramos resucitar? Yo lo hago también, pero eso no me impide al día siguiente despertar en París, y estar en contacto con un montón de gente que no son argentinos y llevar adelante mi trabajo. De manera que es un asunto que hay que matizarlo, no es muy sencillo, y claro, no todas las personas están igualmente equipadas en el plano mental o intelectual. Y el obrero, que desde el punto de vista cultural está más limitado -porque por su condición de obrero no ha podido estudiar- ese hombre es realmente el que está más en peligro como exiliado. Si un obrero tiene que vivir en Suecia, nada más el problema del idioma es para él una especie de amenaza de muerte. Y ahí la nostalgia, Gardel, sus recuerdos y sus fotos se vuelven su única defensa. Y yo creo que todos nosotros podemos hacer mucho a través de publicaciones, de actos, de reuniones, para hacerles sentir que no están solos”.
El exilio cultural
“Lo que para mí es y ha sido traumático, es un fenómeno en el que no todo el mundo piensa, y que en el caso de un artista exiliado es fundamental. Lo que yo llamaría el exilio de tipo cultural: es terrible cuando te das cuenta de que en tu país hay una barrera de censura que hace, por ejemplo, que yo no pueda publicar más libros en Argentina. Entonces se descubre -y esto es lo espantoso para mí- que yo estoy exiliado, pero que del otro lado, en mi país, hay 26 millones de exiliados en relación a nosotros. Yo estoy separado de mis lectores, pero mis lectores están separados de mí: mi último libro de cuentos no pudo salir en Argentina porque hubo dos cuentos que le molestaron a la Junta. Y no hago de esto una cuestión personal: están separados de 150 magníficos escritores uruguayos, chilenos y argentinos que no se pueden editar en nuestro país. En Chile, desde el 11 de septiembre de 1973, una generación de jóvenes fue tomada por la Junta y metidos en una escuela fascista dirigida por militares. Han pasado seis años y ellos vivieron la edad crítica (entre los 12 y los 18 años) bajo ese régimen, miles y miles de niños y niñas chilenas que en estos momentos creen en la Junta, creen en la Seguridad Nacional, creen que todos nosotros somos traidores. Creen que Chile es un país injustamente atacado y combatido. No es culpa de ellos, pobrecitos, porque en seis años los han convertido en lo mismo en que Hitler convirtió a las juventudes hitleristas, o Mussolini a los “balillas”. Bueno, eso es para mí una de las cosas más espantosas, y nosotros no podemos hacer nada, intelectualmente. Porque esto yo se los digo a ustedes, pero nadie lo va a escuchar en Argentina, nadie lo va a leer, ustedes lo van a publicar y salvo que alguien lo lleve en un bolsillo, nadie va a poder leerlo allí”.
El escritor y su compromiso con la revolución
“Yo tengo una gran latitud de enfoque en el plano de trabajo de los escritores. Yo creo que puede haber escritores puros, que no introduzcan ningún mensaje político en lo que hacen. Creo que eso es posible, y que su obra puede ser revolucionaria si es una obra creadora, que renueva, una obra bella. Lo único que exijo en esos casos es que la persona que hace literatura pura, muestre con su conducta personal que no es un escapista. Que si él no pone política en lo que hace, es solamente porque -por ejemplo- su vocación es escribir un soneto en donde la política no entre. Pero él tiene que demostrar con su conducta, con su responsabilidad personal, que tiene derecho a escribir esos sonetos. Mira, yo me divierto mucho en escribir literatura pura... El año que viene sacaré un libro, que estoy terminando, donde hay uno o dos cuentos con contenido político, los demás son cuentos fantásticos. Y creo que tengo derecho a escribirlos, porque mis lectores saben quién soy. Entonces, ¿por qué me voy a sentir obligado a poner la política en cada cosa que escriba? Mi literatura, entonces, sería muy mala; soy muy consciente de esto. No todo hombre ha nacido para la acción, no todo hombre tiene a veces ¿cómo decirte? las aptitudes físicas para jugarse en un plano de acción. No todo hombre ha nacido para ser soldado de una revolución. Puede ser un hombre de una vida interior, de una timidez de carácter, que lo lleva a escribir exclusivamente una obra que canta a la revolución. Pero yo no creo que se le pueda exigir una militancia práctica a todo el mundo”.
Vietnam y el manejo de la información por el imperialismo
“Yo creo que es positivo que se denuncien las violaciones de derechos humanos ocurridas en los países socialistas, en la medida en que se tenga total seguridad de lo que se denuncia. Porque, cuando se habla de violación de derechos humanos en esos países yo, por principio, examino con mucho cuidado el expediente, porque sé de sobra hasta qué punto la información del imperialismo reforma, cambia y modifica las cosas. Yo no olvido que, por ejemplo, siguiendo la última etapa de la revolución nicaragüense en el Herald Tribune, en París, se podía encontrar un análisis de cómo los yankis preparaban al lector norteamericano para que estuviera en contra del triunfo. Hablaban de Somoza como el tirano, el dictador, pero cuando hablaban de las columnas que avanzaban decían: “las columnas marxistas. Cada ocho o nueve párrafos te soltaban esa palabrita, para que la buena señora que vive en Minesotta o en Detroit diga: “¡Dios mío, los comunistas!” Entonces, cuando se habla del caso de Vietnam, yo estoy esperando encontrarme con García Márquez, que estuvo allí haciendo una gran encuesta, para que él me cuente a mí las cosas. Yo no me fío de los telegramas de prensa. Pero, cuando en Rusia y en los países de la órbita socialista hay flagrantes violaciones de derechos humanos, yo personalmente no me callo.
América Latina como unidad: ¿Realidad o utopía?
“Lo voy a decir de una manera sentimental, casi a lo Rubén Darío: en mi corazón, América Latina existe como una unidad. Soy argentino desde luego (y me siento contento de serlo), pero fundamentalmente me siento latinoamericano. Yo estoy en mi casa en cualquier país de América Latina, siento las diferencias locales, pero son las diferencias dentro de la unidad. Eso, en el plano personal. En el plano geopolítico, está la nefasta política de dividir para reinar, que han aplicado los norteamericanos desde hace tanto tiempo. Fomentando los nacionalismos, las rivalidades entre los países para dominarlos mejor, destruyendo el sueño de Bolívar de los “Estados Unidos de América del Sur” y creando diferentes países orgullosos, seguros de sí mismos, dispuestos a hacerse la guerra por cuestiones que no resisten un análisis profundo; eso es una realidad. Y yo pienso que uno de los deberes capitales de los políticos de izquierda, de los escritores revolucionarios, es intentar por todos los medios de luchar contra ese chauvinismo, que hace que un niño argentino en la escuela aprenda que él es mucho mejor y más que un niño chileno o paraguayo. Por cierto que en mi visita anterior hablé con venezolanos de la calle y su idea sobre los colombianos, su desprecio, su odio, me aterraron. Lo mismo, por supuesto, ocurre en el caso inverso. Es la prueba de que dividir para reinar funciona, que a los yankis les conviene seguir fomentándolo y que las dictaduras locales están encantadas de hacerlo”.
Entonces habló sobre la vida y la muerte
“Un día en mi vida es siempre una cosa muy hermosa, porque yo me siento muy feliz de estar vivo. No tengo ninguna intención de morirme, tengo la impresión de que soy inmortal. Sé que no lo soy, pero la idea de la muerte no me molesta y tampoco le tengo miedo. Le niego existencia, entonces, eso me ayuda a vivir de una manera... ¿cómo decirlo? Bajo el sol, solar. Yo estoy muy contento de estar vivo, y además hay una cosa en la que poca gente piensa. Creo que es un prodigio maravilloso que todos nosotros seamos seres humanos, que estemos en lo más alto de la escala zoológica, por un azar puramente genético. Porque tú no eres responsable de ser quien eres. Venimos de una larguísima cadena genética y cuando yo veo a una gallina o una mosca que también han nacido de las mismas cadenas genéticas, me maravillo por ser un hombre y no una gallina. Yo soy un hombre, con todo lo bueno y lo malo que eso tiene. Y estoy contento de haber tenido una conciencia, de haber visto lo más que una conciencia puede ver del planeta. Y no te hablo más”.
Cuando pronunció estas palabras hacía más de media hora que estaba con nosotros, contándonos anécdotas y sonriendo, a veces, como un niño. Sí, él es un ser humano como usted y como yo, para hablar necesita mover la boca en la misma forma en que lo hacemos usted y yo. Pero él es Julio Cortázar.” Caracas, septiembre 1979
Viviana Marcela Iriart, es argentina. Es escritora y periodista. Vive en Venezuela desde el año 1979.
(c) Viviana Marcela Iriart
*entrevista publicada originalmente en la Revista Archivos del Sur en el año 2002

domingo, 30 de mayo de 2010

Las historias de Alberto Chimal por Guillermo Bravo*

Las Historias de Alberto Chimal


(París) Guillermo Bravo

Hace largas pausas, buscando la palabra correcta, comienza a hablar despacio y al terminar mira al interlocutor de manera interrogativa, obligándolo a alguna respuesta.

Asombra su entusiasmo y su convicción al hablar de literatura fantástica, de “falsa literatura fantástica” ( las “imitaciones de Tolkien y de J. K. Rowling.”) y de los talleres que imparte.

La trayectoria de Alberto Chimal es una de las más notables de los escritores de su generación. Comenzó su carrera en 1987, cuando ganó el premio “Becarios” y publicó Los setenta segundos, (Centro Toluqueño de Escritores), le han seguido media docena de libros de cuentos y una novela, Los Esclavos (Almadía, 2009).

Desde que se dio cuenta, con un libro de Isaac Asimov, que además de leer se podía escribir, y que esas páginas habían sido inventadas y que no nacían de la imprenta, comenzó a soñar con ser escritor, era aun un niño. “Ya en ese entonces era aficionado a los cuentos y a las historias. A cierta edad mis padres dejaron de contármelas y como seguía necesitándolas, aprendí a leer.” Precisamente esta sed de historias es lo que lo llevó, al terminar todos los libros de la biblioteca familiar a escribir (historias), su blog se llama las historias y la palabra es tan recurrente que resulta inevitable comenzar con ella la conversación.

Otros autores hacen hincapié en la creación de personajes o de una atmósfera. ¿Por qué es tan importante para usted la historia?

Quizás porque empecé por allí. El primer libro que leí fue una colección de cuentos llamada Mitos y leyendas, que básicamente son historias. Las historias pasan de generación en generación y ayudan a entendernos, a explorar la realidad. Me considero antes que nada un contador de historias, de lo demás no tengo control, me propongo algo nuevo con cada libro.

Y dentro de las historias, sin duda aquellas que más le interesan son las que pertenecen a la literatura fantástica. ¿Cómo nace la fascinación por este género?

Creo que también nace en la niñez, y no me ha abandonado nunca. Siempre me ha gustado mirar la realidad desde otro lado, o mirar el otro lado de la realidad. Siempre he preferido esa parte de la realidad que son los sueños y las pesadillas.

Me interesa la imaginación, ella nos permite relacionar la realidad de afuera con la realidad de adentro. Creo que las mejores obras y de la literatura fantástica interrogan la naturaleza de la realidad. No tratan de explicarla como lo hace un filósofo, pero sí de ponerla en crisis.

Vivimos con una serie de ideas preestablecidas acerca de cómo es el mundo, de cómo es la realidad, pero nada puede explicárnosla totalmente ni prevenirnos lo que puede suceder. Y allí donde falla nuestra visión de la realidad entra lo fantástico para señalarnos qué hay más allá. Por eso creo que la literatura fantástica tienen un papel muy importante. A lo mejor la gran lección de la literatura fantástica es sacudirnos, señanalarnos nuestra limitación, puede ser una lección dolorosa, pero se trata de una lección valiosa porque nos obliga a entendernos mejor.


Dado que hace años es tallerista quisiera preguntarle cómo ayuda a que otros cuenten sus historias.

Básicamente creando un espacio propicio, un espacio de trabajo y reflexión. Creo que el ámbito del taller es muy bueno además para confrontar con otras miradas.

Siempre me preguntan si se aprende a escribir y yo creo que sí, hace falta una formación. Por supuesto, los talleres no son la única manera de aprender el oficio, pero es un buen espacio para encontrar otras alternativas que sin duda ayudan a enriquecer el trabajo.

Usted también ha tomado talleres.

Sí, cuando era adolescente tomé talleres en Toluca y descubrí muchas cosas, sobretodo a mirar mis textos con cierta distancia, a ser más critico.

¿Qué satisfacciones le ha dado su experiencia como tallerista?

Muchísimas, entre otras conocer nuevas personas y textos. Creo que si uno se presenta a un taller con una aptitud abierta, con deseo de aprender, sale enriquecido.

Hay una gran cantidad de aspectos que uno sólo pueden descubrir al tener contacto con los lectores, con el público, con la gente, por eso son tan importantes este tipo de actividades para mí.

Uno de los últimos talleres que ha dictado fue sobre literatura fantástica, en el Instituto Cervantes de París, donde contó con un público entusiasta constituido sobre todo por mexicanos residentes en la capital francesa, pero también algunos franceses estudiantes de español (el curso se dictó en español) y algunos otros estudiantes provenientes de países hispanohablantes.

¿Cómo fue la experiencia parisina?

Muy buena. Fueron cinco días de un trabajo intenso, de intercambio. Me parecía una locura ir a París a dar estos talleres, pero me he sentido muy bien.

¿Qué diferencia hubo con los talleres que suele dictar en México?

Primero la duración, el hecho de que se limite a tan sólo cinco días obliga a estrategias diferentes. Además el hecho de encontrarme en París sin duda cambiaba todo. Fue una gran aventura.

¿Ha traído algún autor nuevo de Francia?

Descubrí a George Simenon, este auto tan prolífico de literatura policial, estoy encantado.

Durante la conversación, mira varías veces la grabadora, cuyos números verdes empiezan a borrarse, pero no me dice nada, parece impedírselo una mezcla de cortesía y timidez. Antes de que se acaben entonces las pilas de la grabadora aprovecho para las últimas preguntas.

Acaba de publicar en Almadia la novela Los esclavos donde de la mano de Golo y Mundo, Marlene y Yuyis se interna en el mundo del sadomasoquismo. El lector que busca en Chimal los juegos fantásticos puede resultar sorprendido por la apuesta realista, pero de ninguna manera se sentirá desilusionado ya que la intensidad del libro no decae hasta la última página.

Su género es la literatura fantástica. ¿Por qué para su primera novela eligió un estilo realista?

La novela comenzó como un encargo de un amigo, que me pidió algo realista. Lo tomé como un ejercicio, porque estaba bloqueado con una novela que estaba escribiendo en ese momento. Ele ejercicio fue creciendo y finalmente me pareció que ese texto podía transformarse en una novela.

El sadomasoquismo, me parece, ofrece como la literatura fantástica un mundo paralelo.

Puede ser, porque tiene sus propias reglas. Plantear mundos que tienen otras reglas es una manera de cuestionarnos la realidad. Es la manera que más me interesa de pensar en lo que nos sucede.

(c) Guillermo Bravo- Archivos del Sur - Todos los derechos reservados

entrevista publicada originalmente en la Revista Archivos del Sur el 13-11-2009

*Guillermo Bravo es un escritor argentino, director de www.albamagazine.com, radicado en París, Francia.



lunes, 24 de mayo de 2010

Entrevista a Isabel Allende por Araceli Otamendi*





(Buenos Aires/California) Araceli Otamendi

Isabel Allende nació en Lima, Perú, donde su padre Tomás Allende, primo hermano de Salvador Allende era funcionario del gobierno de Chile. Ha vivido en distintos países: Bolivia, Venezuela, el Líbano, Bélgica, entre otros. Actualmente y desde hace años vive junto a su marido, el abogado y escritor William Gordon en California, Estados Unidos de América.

Isabel Allende ha publicado diecieciseis libros- el primero fue La casa de los espíritus- y es una de las escritoras latinoamericanas más reconocidas y leídas en los distintos países del mundo.

Me concedió una entrevista exclusiva para la revista Archivos del Sur.

Entrevista exclusiva: Isabel Allende por Araceli Otamendi



Araceli Otamendi:- ¿Cuando empezó a escribir, a trabajar como periodista a los diecisiete años, imaginaba el futuro, tenía idea de su destino, de lo que llegaría a ser como escritora, una persona tan famosa, comunicada a través de su obra con tantos lectores?

Isabel Allende: - A los 17 años muy pocos seres humanos tienen idea de quién son o para dónde van. Yo era una mocosa atrevida e ignorante. La vida me dio la oportunidad de trabajar como periodista, sin haber estudiado la carrera, y aprendí lo que pude en ese oficio. Creí que, con suerte, podría ser periodista por el resto de mi vida. Nunca imaginé que acabaría convertida en novelista y mucho menos que tendría éxito en este extraño vicio de contar.

A.O.: - ¿Cuál es el libro que le ha gustado más escribir y por qué?

I.A.:- El libro que más me gustó escribir fue La Casa de los Espíritus porque lo hice con total inocencia, sin tener idea de lo que hacía, sin saber nada del mundo de las editoriales o de los críticos y profesores de literatura, ni siquiera suponía que esas páginas llegarían a publicarse. Me lancé a la escritura por desesperación, me moría de aburrimiento con la vida que tenía y necesitaba contar el caudal de anécdotas que llevaba por dentro desde hacía años. Desde entonces he escrito 16 libros y siempre lo he hecho con alegría, aunque a veces el tema ha sido difícil o triste, como Paula, pero nunca he vuelto a sentir esa energía infantil - no se me ocurre otra manera de definirlo - con que escribí el primero.


A.O.:- ¿Cuál es el libro que le ha costado más escribir - en trabajo, en tiempo, en dolor - y por qué?
I.A.:- El que me ha costado más en trabajo, dolor y tiempo es la memoria que empecé el 8 de enero del 2006 y todavía no termino, porque he tenido que revisarla mil veces y confrontar mi version de los hechos con cada miembro de mi familia. Ha sido un proceso muy difícil, que en algunos casos ha costado lágrimas y peleas. Escribir Paula fue doloroso, pero no difícil, porque me sirvió para pasar el primer año del duelo y como catarsis.


A.O.:- En su libro Mi país inventado usted dice que fue perdiendo prejuicios para contar secretos al escribir, sin embargo en su primera novela La casa de los espíritus reconoce que en los personajes hay similitudes con los parientes de su madre. También Paula es una novela autobiográfica. ¿Cuánto hay de autobiográfico en cada libro que escribe?
I.A.: - Es muy diferente escribir ficción teniendo como modelos a personas vivas (parientes, en mi caso) que escribir una memoria, en que la gente aparece con sus nombres. En el primer caso es un ejercicio de imaginación, en el segundo es un intento de aproximarse a la verdad. Sin embargo, en todos mis libros hay elementos autobiográficos o personajes basados en gente conocida. Escribo con más naturalidad cuando conozco bien el tema o lo he experimentado. A veces esa experiencia personal aparece transformada por completo, como en el caso de Hija de la Fortuna, que es una novela sobre la fiebre del oro en California en l848. ¿Qué tiene eso que ver conmigo? Mucho, porque es también una novela sobre el feminismo, sobre la trayectoria de independencia y libertad que yo inicié temprano en mi vida. En otro tiempo y en otras circunstancias, mi vida se parece a la de Eliza Sommers, la protagonista de ese libro.


A.O.:- Usted vivió de joven en Bolivia, el Líbano, Bruselas, Venezuela. Ahora vive en Estados Unidos, ha tenido una vida bastante viajera. ¿Cómo han influido e influyen estos distntos lugares en su escritura?

I.A.: - Las raíces de mi imaginación están plantadas en los primeros años de mi vida en Chile, pero mi oficio de escritora y mi carácter como ser humano han sido definidos por los viajes, que me dieron una idea del tamaño y la complejidad del mundo. Los viajes hacen que uno sea más tolerante, curiosa y humilde. ¡Hay tanto que no sabemos! Además, al ver gente en tantos lugares diversos, uno comprende que somos todos más o menos iguales, las diferencias que nos separan son insignificantes, comparadas con las similitudes que nos acercan.



A.O.:- En su última novela Inés del alma mía, trabaja con personajes históricos. ¿Hace un trabajo de investigación previo a la escritura? ¿Cuánto hay de invención en esta novela?
I.A.: - En todas las novelas históricas que he escrito hay un enorme trabajo de investigación. Si los datos son reales y fidedignos, el lector acepta mejor la parte que es ficción. En el caso de Inés del Alma Mía, todos los hechos históricos son ciertos. La ficción consistió en inventar la voz de Inés Suárez y de algunos de los otros personajes, porque lógicamente la historia no registra ese tipo de cosa.

A.O.:- ¿Qué ventajas y desventajas ha tenido para ser escritora su origen chileno, latinoamericano? ¿qué barreras ha tenido que derribar para ello?
I.A.:- Tuve la suerte de publicar mi primera novela en la época en que todavía resonaba en el mundo el Boom de la literatura latinoamericana y existía interés por los libros que venían de nuestro continente. También había interés por Chile, Salvador Allende, la dictadura de Pinochet. Ser latinoamericana y chilena me ayudó. En cambio ser mujer no me ha ayudado, porque me ha costado el doble que a cualquier hombre obtener la mitad de reconocimiento. La crítica ignora o es muy dura con las escritoras. Por suerte he tenido muchos y muy leales lectores, pero te confieso que en estos 25 años en el oficio he tenido a menudo la sensación de ir escalando el Everest.


A.O.:- ¿Es común que tenga mucho tiempo en su mente un libro antes de escribirlo?
I.A.:- Por lo general el tema se gesta lentamente y demoro años en plasmarlo en las páginas del libro. Siempre estoy escribiendo y siempre están fermentando ideas dentro de mí. El único libro que he escrito sin pensar, a toda carrera y con inmensa alegría fue El Zorro. La época es fascinante, el personaje existía y la idea no fue mía, sino de la corporación que tiene los derechos del Zorro. Me pidieron que escribiera el libro, investigué el período histórico y los lugares donde ocurriría la acción y el resto salió solo. De todos modos, lo hice con disciplina, con laboriosa investigación y revisando muchas veces cada página. No lo tomé a la ligera. Nunca tomo a la ligera mi trabajo.


A.O.:- .¿Cómo es un día de su vida?
I.A.:- Un día normal de mi vida es así: me levanto a las 6.30am y entro al baño a ducharme y maquillarme (cosa que hago todos los días, aunque no vaya a salir ni a la esquina). Willie, mi marido, me prepara té y me lo lleva al baño. En general salgo a pasear a la perra a paso rápido. Reviso mis mensajes en email. Me desayuno con café y una tostada. Luego me voy al cuchitril al fondo del patio, elevo una breve plegaria para llamar a las musas y los espíritus, enciendo una vela y me siento a escribir. La perra me obliga a salir al jardín cada una o dos horas. Tomo té varias veces al día. Como fruta o queso. A mediodía hablo con mi secretaria en la oficina y con mi nuera, Lori, que maneja mi fundación, para resolver lo necesario. Sigo escribiendo y tomando té. A las 7pm me llama Willie a comer. Yo no tengo idea lo que vamos a cenar, él es el cocinero oficial de nuestra familia. Cenamos, comentamos el día, los libros, las noticias, la familia, etc. llega Lori con una bolsa con el trabajo de la oficina que debo atender. Eso no me toma mucho tiempo, nunca más de media hora, salvo que haya entrevistas por email. El resto de la tarde es para estar juntos. Por supuesto, a menudo hay otras actividades: ver a los nietos, ir al cine, cenar con amigos, leer. Hacemos una vida de familia, íntima, privada, retirada. Yo no soy muy sociable y necesito todo mi tiempo y mi energía para trabajar. En el verano, si he terminado el libro, puedo jugar un poco. Tenemos piscina en la casa y el jardín se llena de niños, también vamos de vacaciones por dos semanas con los nietos a lugares lejanos (Galápagos, Australia, Turquía, Kenya, etc.) Tres o cuatro veces al año voy a Chile por una semana a ver a mis padres.


A.O.:- ¿Qué es lo que William Gordon, su esposo, le aporta a su escritura y qué es lo que usted le aporta a la escritura de él ahora que él también es escritor?
I.A.:- Willie es mi alma y mi vida, sin él yo no podría escribir. Mi marido provee toda la infraestructura para que yo pueda disponer de tiempo y libertad para mi trabajo, él se hace cargo de los contratos, los problemas legales, el manejo administrativo de mi oficina, la comida, la vida social, etc. Cuando me siento insegura, él me recuerda que debo dejarme de filosofar y limitarme a contar el cuento lo mejor posible. Se le ocurren ideas cuando estoy en blanco, puedo comentar con él el libro que estoy escribiendo y así aclaro algunas cosas. Le cuento mis sueños y me ayuda a interpretarlos, porque los sueños me revelan muchas cosas interesantes de la vida y la escritura. Estamos siempre juntos, es mi compañero en todo el sentido de la palabra.

¿Qué hago yo por él? Discutimos temas y problemas de sus libros (cómo crear suspenso, cómo desarrollar un personaje, cómo evitar un cliché, etc.) Cuando tiene un original terminado, lo leo y le doy mi opinión como si fuera su editora, pero soy muy respetuosa con sus ideas y su estilo. Nunca olvido que el libro es de Willie, no mío. Leo cuidadosamente la traducción al español. Pongo a su disposición mi experiencia con editores, prensa, lectores, giras, etc.
Los dos nos damos ánimo mutuamente y nos acompañamos en los viajes de promoción.

(c) Araceli Otamendi- Archivos del Sur- Todos los derechos reservados


*entrevista publicada originalmente en febrero de 2007
créditos de las fotografías:
Lori Barra

Entrevista a Isabel Allende* por Araceli Otamendi

Entrevista exclusiva a Isabel Allende por Araceli Otamendi

(Buenos Aires/California) Araceli Otamendi
A raíz de la publicación de su último libro La suma de los días la escritora Isabel Allende me concedió por segunda vez una entrevista exclusiva para la revista Archivos del Sur.

Pregunta
En La suma de los días se nota a una Isabel Allende más en armonía con su historia, con su pasado y presente.
¿Es así como usted se siente?
Respuesta
He llegado a una etapa en la que puedo mirar el pasado y ver con cierta claridad el camino recorrido, los errores cometidos (y a menudo repetidos), el tipo de persona que soy.
Con la edad uno no cambia mucho, simplemente se acentúan las características que uno siempre ha tenido, se aprende a vivir con ellas y sacarles partido. Me siento bien. Mi vida es buena.
Pregunta
¿Cuáles fueron los sentimientos que tuvo mientras escribía este libro?
¿Le causó dolor, alegría, su escritura?
Respuesta
Quise salvar los recuerdos de la familia. Nos han pasado muchas cosas interesantes y al escribirlas se me ordenan en la cabeza y en el corazón. Me causó alegría escribir el libro y también cierta preocupación, porque estaba traicionando la privacidad de otras personas. Hay una línea muy tenue entre lo que debo contar y lo que no me pertenece y debo callar.
Pregunta
La tribu que usted y su marido Willie han formado y describe en el libro revela el gusto por una forma de vivir más humana, más lejos de lo que se vive habitualmente en las grandes ciudades. ¿Ha querido revivir de esta manera su infancia, con una familia grande?
Respuesta
Tal vez porque he sido una eterna desterrada, como decía Pablo Neruda, la familia es tan importante para mí.
En cada parte donde he estado he intentado crear una nueva familia. Mi ideal es la comunidad que se forma con gente que se quiere y que ha elegido permanecer unida, aunque no tenga lazos de sangre.
Pregunta
Aparece en La suma de los días la voz de la autora hablándole por momentos a Paula, su hija. Parecería en esos momentos que le estuviera escribiendo una carta a Paula. ¿Es un recuerdo omnipresente el de Paula?
Respuesta
Paula está siempre presente en mi corazón y en la familia.
Hay fotos de ella por todas partes, cada día trabajamos en su honor en la Fundación, me llegan cientos de cartas de todas partes del mundo en que la nombran. No pasa un día sin que me acuerde de Paula, pero no vivo triste, ni mucho menos, el recuerdo es siempre alegre.
Pregunta
En diversos capítulos del libro aparece la creencia en distintas cosas: Yemanjá, la diosa del mar, la aparición de espíritus, la adivinación por los buzios o caracoles.
¿Cuáles de estas creencias están más presentes en su vida?
Respuesta
Me interesan los dioses paganos, la astrología, la espiritualidad, etc. porque le dan sabor y color a la vida (como la música o la buena comida) y sirven para la literatura, pero no creo realmente en nada de eso y no manejo mi vida de acuerdo a las predicciones de ningún psíquico o profeta. No soy una persona religiosa y no creo que sea necesario tener fe en algún dios para llevar una vida moral y hacer el bien. Definitivamente, no creo en ninguno de los dioses que ha inventado el patriarcado y en cuyo nombre se han cometido tantas atrocidades.
Pregunta
También habla usted de los sueños, como en el caso del sueño que describe en el capítulo de los jinetes de Mongolia. ¿Escribe habitualmente los sueños? ¿Los usa también para su escritura?
Respuesta
Los sueños me sirven para acceder a mi inconsciente, a la imaginación, a la intuición. Creo que cuando estoy despierta recojo mucha información que queda atesorada en un nivel profundo de la mente y que en el relajo del sueño puedo llegar a ella. Anoto los sueños significativos porque suelen repetirse. He aprendido a descifrar las imágenes oníricas, que me ayudan a resolver conflictos de la vida cotidiana y de la escritura.
Pregunta
Se nota en el libro una adaptación a la vida de California, con un sello muy latinoamericano que es de la familia.
¿Volvería a instalarse alguna vez en Chile?
Respuesta
Mi familia entera, salvo mis padres, viven fuera de Chile.
Mi hijo y mis nietos viven en California y creo que trataré siempre de estar cerca de ellos. Tengo un pie en Chile – voy por lo menos tres veces al año y me comunico a diario con mi madre – y por el momento eso me basta.
Pregunta
Ser jefa o cabeza de una tribu insume también una gran dedicación, de estar pendiente de los seres que conforman esa tribu. ¿Cuánto le lleva de su vida esta familia tribal?
Respuesta
Es cierto que vivo pendiente de mi tribu y que meto demasiado.
A veces, por tratar de protegerlos o de facilitarles las cosas, se me pasa la mano y tienen que regañarme.
Las responsabilidades que acarrea la familia nunca me han pesado, porque me parece que las compartimos, que todos aportamos lo que podemos para que esta comunidad funcione y nos beneficie a todos.
Pregunta
Acerca de la relación con su madre, aparece en el libro como una relación de dos personas con mucha confianza.
¿Ha sido así durante toda la vida o se han ido acercando con los años?
Respuesta
Mi madre es el amor más largo e incondicional de mi vida, comenzó antes de mi nacimiento y no me ha fallado nunca. Siempre hemos sido muy amigas. Hemos estado separadas buena parte de la vida, pero eso no ha sido impedimento para la comunicación, ya que nos escribimos todos los días, como una conversación eterna. Tengo un closet lleno de cartas de mi madre, envueltas en paquetes y marcadas por años. Si ella se va antes que yo, podré leer una carta de mi madre todos los días, hasta que me muera.
Pregunta
¿Qué ha ocurrido después de escribir el libro y antes de editarlo? ¿Ha cambiado cosas, ha modificado? ¿Cuál ha sido la repercusión del libro en "la tribu"?
Respuesta
La mitad de mi tribu no puede leer español, así es que hice traducir el manuscrito. Todos tuvieron ocasión de leerlo y cada uno vino a darme su opinión. Por supuesto que no todas las versiones calzaban con la mía, pero de esas conversaciones salió mucho material y no sólo aprendí a conocerlos mejor, sino que pude profundizar en los temas. Con la única persona que no pude ponerme de acuerdo fue con Harleigh, el hijo menor de mi marido, entonces preferí sacarlo por completo del libro. Para eso tuve que re-escribirlo, pero no había otra solución.
(c) Araceli Otamendi - Archivos del sur - todos los derechos reservados-

*entrevista realizada y publicada originalmente en la revista Archivos del Sur en Noviembre 2007


Credito de la fotografía:
William Gordon - gentileza Editorial Sudamericana -

domingo, 23 de mayo de 2010

Entrevista a Javier Sádaba* por Araceli Otamendi


Javier Sádaba-crédito Araceli Otamendi

Javier Sádaba es catedrático de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid. Vino a Buenos Aires a presentar su libro "Principios de bioética laica" editado por Gedisa en el Centro Cultural de la Embajada de España. Tiene publicados varios libros, entre ellos Dios y sus máscaras, El perdón: la soberanía del yo, Saber vivir: análisis y gozo de la vida cotidiana, El hombre espiritual, La vida en nuestras manos y La filosofìa contada con sencillez.

Es codirector de la colección de Bioética de Gedisa

" La ética fija los límites no para vivir sino para vivir mejor. Se trata de poner límites no por los límites en sí mismos sino para estar bien. Yo digo para vivir lo mejor posible en este mundo debo destrozarte a ti, el asunto es como puedo vivir yo lo mejor posible y tú también. Cómo se armoniza que tú y yo estemos bien, esa es la ética"

(Buenos Aires) Araceli Otamendi


Usted habla en su libro de utilitaristas y deontologistas ¿podría explicarlo?

Los seres humanos, como si estuviéramos un poco esquizoides, tenemos dos tendencias morales, una es ser muy utilitaristas y otra es actuar según principios. Actuar según el utilitarismo es decir si esto tiene buenas consecuencias entonces no es malo. El que actúa según principios dice el fin no justifica los medios, por muy buenas consecuencias que tenga si ese actuar es malo no se puede hacer. Es muy difícil conciliar estas dos tendencias y todo mi interés en la ética es poder conciliarlas. Es como si nuestra inteligencia disparara en términos distintos. Yo hago un test todos los años cuando empiezan las clases de Ética y les doy a los alumnos un ejemplo tomado de un libro inglés y es el siguiente: “Si sale de excursión de geología un maestro con veinte niños, entran en una cueva y al salir el maestro tiene una cabeza muy grande, queda atrapado y obtura, no deja salir a los pequeños, entonces la gente que está afuera tiene que hacer una elección, matar al maestro y entonces los niños se liberan y si no le matan, los niños se mueren y él se salva .

Un utilitarista diría: que le maten al maestro, ¿qué es mejor? ¿Veinte niños o un maestro?, y alguien que se guía por principios diría: no se puede matar nunca a nadie, sean las que sean las consecuencias.

En mi experiencia en la cátedra de ética las respuestas son cincuenta por ciento y cincuenta por ciento. Es curioso, y en la vida política es igual, en eso vamos a debatir siempre. Quizá la síntesis está en mantener ciertos principios como algo básico, que todos somos iguales, que la autonomía de las personas es fundamental, pero no ser tan rígido como para no tener en cuenta las consecuencias. Y ver sobre todo casuísticamente, en cada caso. Porque a lo mejor en el caso citado podríamos intentar salvar al maestro sea como sea, discutir mucho sobre ello si tuvieramos tiempo, ver qué otras posibilidades pudieran ofrecerse, y al final hacer aquello que opinamos que es lo mejor que hay que hacer. Pero no desde el principio decir le matamos y les sacamos.

Sino que el principio está ahí y lo que ocurre es que sí hay en ética una cuestión muy importante y es la colisión de deberes. Que a veces cuando hay colisión de deberes tengo que salvar a los niños, si colisionan debo elegir una de las dos, porque somos limitados, distinto es si fuéramos dioses. No hay un principio absoluto, ese principio sería salvar a todos pero si no puedes, qué vas a hacer.

Hay que mantener siempre los principios vivos y por otra parte saber que los actos tienen consecuencias.

También estoy a favor de la eutanasia, sería militante a favor de eso.

¿En qué casos está a favor?

En algunos casos clarísimos, cuando es voluntad de quien padece los sufrimientos, él lo ha pedido, ha hecho testamento vital y tiene unos sufrimientos horrorosos y no hay alternativas, a mi me parece que eso no tiene duda. No se puede mantener a una persona en el sufrimiento.

En Bélgica y en Holanda la eutanasia está aprobada.

Sí , además con bastante sensatez y con bastante sentido común.

Pasando a otro tema en su libro usted menciona a Peter Singer. El ha publicado junto con Paola Cavalieri un libro”El proyecto Gran Simio”- La igualdad más allá de la humanidad y una serie de artículos donde la idea sería otorgarle a los grandes simios algunos derechos y por el otro En el libro “Y mañana qué”, Jacques Derrida y Elizabeth Roudinesco hacen referencia al Proyecto Gran Simio señalando algo que sostienen sus autores y es que para hacer entrar a los grandes simios en el orden de los derechos del hombre habria que excluir a los enfermos mentales, sin mencionar jamás la palabra “exclusión”. ¿No sería la del Proyecto Gran Simio una postura extrema, racial y genetista como apunta Derrida?

Primero haría una precisión terminológica, yo no hablaría de derechos de los animales, cuando hablo de derechos sería sólo para seres humanos. Porque si tuvieran derechos también tendrían deberes y nadie lleva a un simio a un tribunal para acusarle de nada. Derechos sólo podemos tener quienes podemos tener una relación de responsabilidad e imputabilidad. Ellos no tienen la capacidad de autoregulación, la capacidad de visión de las consecuencias de nuestros actos. Por lo tanto hablaría de intereses o de “derechos” con comillas a los lados. O semiderechos.

Ahora el debate éste que implica muchas cosas y que a veces puede confundirlas. Y creo que Peter Singer las ha confundido mucho. El asunto no es darle derechos a unos para eliminárselos a otros. No se trata de contraponer sino más bien de ampliar.

¿Cuàles son las semejanzas entre los seres humanos y los grandes simios?

El problema está en esclarecerlo bien, eso es lo importante. Que hay diferencias es evidente, el asunto es cuántas son las diferencias y cómo son estas diferencias.

Hay una diferencia elemental y que es directa y que es la que nos da la base para establecer la diferencia y es el desarrollo espectacular que tiene el cerebro humano y esto es desde aproximadamente un millón de años hasta que llegamos al Homo sapiens y después al Homo sapiens sapiens hace unos cien mil años. Nosotros tenemos una capacidad tres veces mayor que un simio. Tenemos una serie de localizaciones cerebrales y transmisiones neuronales que no tienen los animales. También el que tengamos lenguaje que en último término ése es el pensamiento.

Últimamente se está estudiando mucho por qué siendo tan pocas las diferencias genéticas que hay entre el ser humano y el chimpancé, sin embargo después las cerebrales sean tantas. En lo que es el genoma humano y del chimpancé somos muy parecidos, sin embargo hay un tanto por ciento muy elevado de los genes nuestros que van al cerebro y se estructuran de otra manera. Eso hace que nosotros hayamos desarrollado un tipo de estructura que es nuestra, que tengamos autoconciencia, que podamos distinguir la imagen del espejo de nosotros, que tengamos noción de futuro. El chimpancé si encuentra un montón de plátanos en un sitio se harta y después vuelve a su lugar, no tiene previsión de futuro, le faltan las conexiones cerebrales suficientes.

Se han hecho muchos experimentos para demostrar cómo se les puede enseñar un lenguaje a los chimpancés, pero es mínimo, ellos aprenden palabras, lo que no aprenden es esa capacidad nuestra de articular oraciones, y por lo tanto romper el tiempo, hablar de mañana, hablar de lo que no existe, de la nada. Yo creo que esa diferencia es incuestionable.

De la misma manera que uno establece la diferencia entre el desarrollo nuestro en este sentido superior, en el sentido puramente descriptivo a ellos hay que decir que nos hemos separado hace cuatro millones de años y hay muchas cosas

que son muy parecidas. Tienen un semilenguaje, tienen muchos afectos. Recuerdo una imagen preciosa que en muchos sitios aparece, de Sara, una chimpancé que tiene un niño y éste se muere y se lo quitan, cuando le traen la comida a Sara no quería comer y decía con su lenguaje: “quiero niño, quiero niño”.

También tienen celos y una pequeña ley del Talión donde se castigan unos a otros y tienen su cultura también.

Que tengamos diferencias no quiere decir que no haya muchas cosas comunes dentro de esa escala común, esto como tercera cuestión.

Si esto es así lo que habría que hacer es reivindicar una serie de “derechos”, por lo menos tres: el de la libertad, el de no torturarlos ni matarlos y ayudarlos en lo posible. En ese sentido yo en términos genéricos diría eso, evidentemente hay diferencias, diferencias dentro de un proceso y tenemos que mantenernos con ellos en una relación de parentesco, de hermandad. Sobre todo evitar que sufran. Eso es fundamental.

¿Este reconocimiento de "derechos" se encararía sólo para los grandes simios o para todos los animales?

Hay una disputa dentro de los ecologistas en donde se dice si opinas así entonces hay que darle derechos a una rata o a un pez. Es exagerado caer en una falacia, es como decir que se me ha caido un pelo, y se me ha caído otro y luego otro y soy calvo y decir entonces que soy calvo desde el principio. De momento en lo que son los derechos de los animales se está trabajando primero con los que son más cercanos a nosotros.

Y también con otros que no son tan cercanos a nosotros pero sin embargo tienen un sistema nervioso muy parecido y pueden tener nervios neurotransmisores de dolor como nosotros, para no hacerlos sufrir, por ejemplo los toros. Es una barbaridad lo que se hace con los toros porque el toro tiene los sistemas de sufrimiento, de dolor, muy parecidos a nosotros.

Yo al toro no le daría el derecho que le doy al chimpancé que está mucho más desarrollado pero no lo torturaría que es lo que se hace. Ahí no sería cuestión de derechos sino de evitar el sufrimiento.

Muchos de los experimentos que actualmente se están haciendo en biología ¿podrían estár relacionados con una ideología extrema?, quisiera saber su opinión.

En los laboratorios no me cabe la menor duda que están haciendo experimentos que van más allá, sin consentimiento informado de la gente. Quitando derechos humanos, no me cabe la menor duda. Pero no porque haya una ideologìa detrás, sino porque en estos días hay mucho interés en el dinero, porque hay mucho interés en el éxito y en ser el primero. Eso sí que habría que regularlo al máximo. Pero en el caso de una ideología extema yo no creo que la haya. Cuando hemos visto como es el genoma humano hemos visto que somos iguales, tan iguales que en este momento el mundo desapareciera en una guerra mundial, menos Africa se mantendría el 95% de los genes humanos. Las diferencias son económicas, son culturales, yo no encuentro ideología racial en lo que se está experimentando en los laboratorios sino más bien encuentro que está detrás la ideología del dinero.

Se habla del “botín” de la ciencia porque es un campo inmenso. Los fármacos, es una cosa impresionante lo que se gana, tener la investigación, tener las patentes.

Usted mencionó recién que se hacen experimentos sin el consentimiento de las personas sobre las que se está experimentando, ¿qué tipo de experimentos son?

Las sabemos actualmente, hasta hace muy poco en Estados Unidos y en Suecia, por ejemplo, dicen queremos probar una medicina. Eso tiene cuatro fases. Para saber si va a funcionar determinado medicamento se empieza con los animales, después con los seres humanos, no se les dice nada, o con la donación de órganos.

Yo tengo mis sospechas, hay muchos científicos que están haciendo cosas muy importantes y yo creo que dicen que las están haciendo con animales, trabajos con células madre, pero probablemente las están ensayando ya con seres humanos.

¿Células madre para reproducir tejidos?

Sí, yo dudo que sólo lo hagan con animales. Ese sí que es un peligro. En los experimentos puede haber voluntarios pero eso debe estar regulado y aceptado. Y decirle a los que acepten qué riesgos hay.

Si todo esto se hace fuera de los circuitos de la autonomía es la mejor forma de avanzar más que otros sin decir nada. Eso se ha hecho en las guerras, se han hecho experimentos, con los prisioneros, en función de no decirles nada

La ética estaría fijando los límites.

Sí, la ética fija los límites no para vivir sino para vivir mejor. Se trata de poner límites no por los límites en sí mismos sino para estar bien. Yo digo para vivir lo mejor posible en este mundo debo destrozarte a ti, el asunto es como puedo vivir yo lo mejor posible y tú también. Cómo se armoniza que tú y yo estemos bien, esa es la ética.

¿Cómo las sociedades pueden regular los experimentos que se hacen en bioética?

Hay una responsabilidad de los poderes públicos, que son los que pasan las leyes. En el caso de la eutanasia, para mí es un caso ejemplar el de Holanda, antes de llegar a la ley que es la ley que hicieron hace dos o tres años tuvieron otra ley que era permisiva, hicieron consultas con muchos expertos en ética, enfermos, las sucesiones de enfermos, muchos estudios, encuestas y debates. A mí eso me parece fundamental. El problema de estas cosas es que todavía hay muy poca transparencia, que no hay educación, hay que contar cómo son las cosas para que la gente decida. Es así que esto tiene que ser recogido por el poder público.

En España se está pensando en hacer una ley de biomedicina. Hasta ahora siete expertos excelentes, gente independiente, reconocida y que sabe, se les ha pedido que opinen. Después se tienen en cuenta las experiencias de un hospital piloto, se tienen en cuenta las asociaciones de enfermos, si hay un debate público en televisión, eso es fundamental, nos va la vida en ello.

Otro de los temas que toca en su libro es la vejez.

Sí, hay muy poco en la ética sobre la vejez. En Europa hay 150 millones de ancianos. Ya se habla no de la tercera edad sino de la cuarta edad a los ochenta años. Tenemos problemas con muchas personas con Alzheimer, que viven como vegetales, y esto plantea problemas no sólo sociales sino económicos. Cómo se mantiene una sociedad así. Estamos hechos para vivir muchos menos años. Plantea problemas familiares, problemas sociales, problemas económicos y hay también un problema moral y es cómo tenemos que tratarles. Yo creo que hay que tratarles como quizá lo que ha acumulado la experiencia de la humanidad.

Leí que en España las sudamericanas en especial cuidan a los ancianos de su país.

Hay 100.000 ecuatorianos que cuidan a los viejos en España.

España ha tenido un desarrollo económico espectacular, un español no quiere trabajar en los puestos que no le interesan, porque si no tiene trabajo tiene un subsidio, no quiere trabajar en los almacenes, en las fruterías, no tiene necesidad de hacerlo. En España no existe la visualización de la pobreza. Mi hijo ha estado aquí en Argentina estos días y ha visto la pobreza que hay. Los ecuatorianos y peruanos en especial cuidan muy bien a los viejos en España.

Aquí también hay muchas empleadas de otros países sudamericanos que cuidan ancianos siempre y cuando se les pueda pagar el sueldo.

Yo he estado visitando muchas residencias de ancianos en España y están muy solos, la familia les visita poco. Están al cuidado de médicos y personal no muy especializado, es muy difícil tratar a los viejos,.

Europa es muy cerrada, muy egoísta, no tenemos esa cosa que tenéis vosotros y que invitais a vuestra casa. Allá no se invita a las casas. La gente sale afuera, primero porque hay dinero, pero también porque hay muy poca alma.

Quisiera saber su opinión acerca de la idea de “naturaleza humana”

Hay una naturaleza que es común a todos, la idea de naturaleza es una idea muy filosófica y que ha tenido mucha literatura detrás. Primero es muy difícil distinguir qué es naturaleza y qué es cultura. Pero hasta Darwin la idea de naturaleza era muy fijista, “la naturaleza no cambia”, el darwinismo en ese sentido fue una de las sacudidas más fuertes que ha habido en la historia de la humanidad. Lo que es bueno ver es la evolución, no hay algo fijo, dado para siempre sino que somos el producto de una bacteria, procedemos de un tronco común con los chimpancés y los grandes monos. La naturaleza nuestra ha dio cambiando pero por otra parte no sabemos tampoco qué vamos a cambiar, adónde vamos a llegar. Algunos dicen que es mejor no hablar de naturaleza. Lo que hay que tener en cuenta es que nosotros en este momento estamos donde estamos y es ahí donde hay que plantear los problemas,.

Uno de los aspectos que ha renovado la teoría de Darwin es que la vieja tradición pensaba que lo primero es lo más importante, lo otro es degeneración, que lo inferior no puede dar lo superior y la evolución demuestra lo contrario, que de lo inferior sale lo superior.

© Araceli Otamendi- Todos los derechos reservados

crédito de la fotografía: Araceli Otamendi

*publicada originalmente en la revista Archivos del Sur en noviembre de 2004